martes, 21 de febrero de 2017

UNA SENDA UN DESTINO

        UNA SENDA UN DESTINO
                narrativa

Era una tarde del mes de Agosto y el sol. Ya calentaba con menos intensidad. Emprendimos un camino con entusiasmo inusitado, el destino un pueblo abandonado.  En principio era fácil, caminábamos por una carretera de asfalto, después nos esperaba un camino de tierra y después…? A partir de ahí  empezó la odiosea. Era entre el Duero y una serranía de pinos y en su faldón matorrales de todo tipo y con un pasillo de unos veinte metros de anchura y con una espesura salvaje, agreste, indómita, era terrible, avanzar un metro era todo una proeza, miedo  a lo que pudiera surgir entre el follaje. Había pasadizos por donde los animales  se desplazaban, parecíamos exploradores, caminábamos apartando la maleza con palos, algunos, más precavidos, iban provistos de garrotas.   Además había un peligro añadido, un posible resbalón podrías acabar en el rio que por allí tiene las aguas remansadas y son  profundas. Miedo, mucho miedo, porque las serpientes abundan y algunas de gran tamaño, donde el jabalí o el corzo campan a sus anchas,  es una selva. Cuando ya habíamos avanzado algún centenar de metros quisimos dar la vuelta, pero en vista de lo que habíamos dejado atrás, preferimos seguir adelante, que no fue mejor. Para hacer un recorrido de unos dos kilómetros fueron necesarias tres horas, parece que estuviéramos en plena zona amazónica. Por fin logramos salir sanos y salvos, y seguimos caminando entre aliagas y tomillo, los matorrales altos habían quedado atrás, el sendero era más despejado. Divisamos el pueblo ese al que se dirigía la excursión (NAVAPALOS) enclavado al lado del rio DUERO, allí solo había jóvenes subvencionados por la diputación. Conversamos y dijeron que querían reconstruir el pueblo, seguimos adelante y paseando por el lado de un riachuelo oímos el ruido de una pequeña catarata y sorpresa….?  Chicos y chicas desnudos bañándose  y con indiferencia hacia lo inoportuno de nuestra visita.
 Ya el sol estaba cerrando las pestañas queríamos llegar al pueblo de donde iniciamos la excursión, las huellas se hundían en un camino de arena y el cansancio, la oscuridad y la incertidumbre nos hacía, a veces, que discutiéramos la dirección a tomar, unos decían por aquí otros por allí y, para colmo, esa noche no había luna, teníamos que cruzar por un pinar, se nos había echado la noche encima, perdidos ya no sabíamos qué dirección era la correcta, subimos a lo alto de un cerro, allá a lo lejos divisamos una luz tenue como si fuera la llama de un candil, ese era nuestra guía. Hacia allí nos dirigimos y pudimos pisar sus calles el pueblo era (INES). Ya pudimos respirar tranquilos, enfilamos la carretera y sobre las doce de la noche pudimos llegar al pueblo de donde partimos. OLMILLOS (SORIA)
UNA  EXCURSIÓN CON MUCHA INCERTIDUMBRE.  

                                                                   JUAN GARCIA INES  

No hay comentarios:

Publicar un comentario